Llegan las fiestas en Cartagena y es bien sabido que hay quienes aprovechan el mes de noviembre para abusar de los conductores afanados de la ciudad y sacar dinero de bolsillos profundos con el ya tradicional "plata y agua"; sin embargo, para algunas personas, la independencia de Cartagena es sinónimo de glamour, elegancia, brillo y belleza.
Aquel 11 de noviembre, a las 8 y 30 de la noche, el centro de Cartagena parecía estar iluminando, la ciudad con una luz tenue y opaca. Considerando que se conmemoraban 204 años de la heroica liberación del yugo español por parte de los cartageneros, las calles al interior de las murallas se movían a un ritmo de valse, constante y vivaz, pero lento. Recorriendo el centro, aquel día aparentaba ser un miércoles más en el calendario.
Atravesar las calles ya se había vuelto un camino circular en el que era imposible definir inicio y final. Subía la calle de la moneda, doblaba por la segunda de Badillo, pasaba la santo Toribio, cruzaba por el costado del santa clara hasta llegar a san diego y volvía a la calle de la moneda para esta vez virar en la primera de Badillo hasta el portal de los dulces, pasaba la plaza de la aduana, apreciaba la inmensidad de la iglesia san Pedro Claver, echaba un rápido vistazo al parque Simón Bolívar mientras llegaba a santo domingo y bajaba de nuevo hasta la calle de la moneda. Todo se manejaba en una paleta de grises un tanto sofocante que, en cierto punto, me hizo salir casi que corriendo de allí.
Llegue a la plaza de la paz, frente a la torre del reloj, exhausta y con la mirada perdida, ansiosa de responder a cualquier cosa que lograra llamar la atención, entonces decidí dirigir mi paso hacia el siempre alborozado barrio Getsemaní.
La tradicional fortaleza getsemanisense estaba llena. Una multitud que desbordaba alegría y color se había tomado los adoquines de la emblemática y multicultural plaza de la trinidad. Aquella noche, la iglesia se vistió de gala para recibir a las 9 señoritas que concursaban por la corona en la 4ta versión del Reinado Juvenil de Independencia de Cartagena de Indias, que sin duda alguna, era muestra de que la belleza de nuestras mujeres Cartageneras se podía apreciar desde su adolescencia.
Lentejuelas y canutillos bailaban por doquier al ritmo de un tambor alegre y una tambora, acompañados de los vítores del público expectante, cuando las jóvenes desfilaban luciendo atuendos dignos de las ligas mayores. El maquillaje y el peinado despampanante de cada una de las concursantes era el mejor acompañante para sus vestidos de diseñador en la pasarela, complementando así un estilo definido en compañía de sus estilistas; pero detrás del escenario, las extensiones de cabello, las brochas de maquillaje y las ‘alisadoras de pelo’ eran las protagonistas. José María, que se encontraba en los camerinos arreglando a las aspirantes, me cuenta que antes de cada evento del concurso se realiza un riguroso proceso de preselección de color y ensayo de styling que le permite a cada una de las niñas mostrar su mejor versión ante los jueces.
Al final de la noche, Sonia Barrios, representante del barrio La Consolata, fue elegida por el jurado como la nueva reina juvenil de Cartagena. Ella, con su piel morena y sus escasos 16 años, recibió la corona de manos de su antecesora con un vestido recamado color verde, un maquillaje de ojos ahumados, un peinado alto y una amplia sonrisa que, según ella, eran la representación de su estilo natural, espontaneo y alegre; sin embargo, para Sonia lo más importante no era el look sino las experiencias, deseando desde el principio no solo ganar el certamen, sino ganar muchas amistades y recolectar recuerdos inolvidables. Para complementar el ramillete estuvieron las representantes de los barrios Torices, Los Alpes, Nuevo Bosque y San francisco, nombradas Virreina y princesas en ese mismo orden.
Este certamen es muestra de cómo las tradiciones en nuestra histórica ciudad se van renovando para dar paso a una juventud que, paralela a las representantes de la realeza a nivel nacional, se va formando en torno a la cultura cartagenera y a la belleza de la mujer colombiana en un proceso que requiere de actitudes y aptitudes de reina.
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